El otoño de 2017 cambió a Puerto Rico para siempre. El huracán María atravesó la isla y destruyó casi todo a su paso. La infraestructura puertoriqueña fue maltratada a un punto que era casi irreconocible. Muchos hogares, carreteras, estaciones eléctricas y el agua potable fueron afectados. Y cómo si esto no fuera suficiente, la mala política eléctrica, equipos antiguos, deficiente mantenimiento de vías eléctricas e inaccesibilidad terrestre se combinaron para hacer de la reconstrucción de la red eléctrica una tarea monumental, que probablemente lleve años en completarse.
Como resultado, la población se ha quedado sin electricidad para encender sus luces, el refrigerador y sin posibilidad de al menos usar un abanico para enfriar sus hogares y así evitar las altas temperaturas dentro de sus casas. La escasez de combustible hace que los generadores sean inútiles o demasiado caros para usarse.
Muchas personas que nos llamaron desde la isla nos informaron algo que nos pareció bastante interesante, se trató de que cuando finalmente pudieron conducir hasta la cima de las montañas para recibir la recepción de un teléfono celular, la mayoría de las casas que tenían paneles solares instalados en sus techos aún tenían el techo y los paneles. Algunos de los paneles habrían estado dañados por los escombros, pero la mayoría de los sistemas solares montados en el techo se salvaron.
La ironía de esto es que, sin la red eléctrica, sus sistemas solares conectados a la red fueron inútiles. Por normativas de electricidad, los sistemas solares conectados a la red deben desconectarse cuando la electricidad se pierde, esto es para proteger a los técnicos electricistas que reparan las líneas eléctricas. Los propietarios de los hogares nos piden que los ayudemos a agregar un banco de baterías a sus sistemas solares ya existentes para que sean útiles cuando se vaya la luz eléctrica. Puede leer el BLOG completo aquí.